domingo, 20 de octubre de 2013

TRANSGÉNICOS Y OMG Vídeo El mundo según Monsanto



 El mundo según Monsanto, obra de la periodista francesa Marie Monique Robin que ha sido presentada recientemente en nuestro país. Para completar un poco más la información de ese post, nada mejor que añadir estevídeo. Se trata de un documental de 110 minutos de duración con subtítulos en español, aunque la presentación que se realiza antes de la emisión del documental (unos dos minutos) no contiene subtítulos.
En el vídeo El mundo según Monsanto podremos conocer todas las investigaciones realizadas por Marie Monique Robin, la historia es contada al público como si se tratase de un thriller sobre la salud pública.
El documental comienza en París, con el famoso herbicida Roundup en el que su principio activo es el glifosato, uno de los productos más utilizados en todo el mundo y especialmente en los cultivos transgénicos.

El Roundup ha cambiado su formato y ahora el envase no contiene la leyenda biodegradable como antaño incluía, evidentemente se ha demostrado que esa condición no es propia de este herbicida, se podría hacer una comparativa con las etiquetas de losalimentos funcionales, muchos ya no pueden incluir leyendas que no sean veraces y estén contrastadas científicamente.
En el documental nos plantearán muchas preguntas, la mayoría de ellas relacionadas con los alimentos transgénicos y las empresas que los desarrollan, especialmente Monsanto. La tarea de investigación a través de la red, la visita a diferentes países para conocer algunas de las supuestas consecuencias de producir o ingerir alimentos transgénicos, distintos investigadores denuncian a través del documental el daño medioambiental y humano causado por algunos de los productos desarrollados porMonsanto, como por ejemplo el PCB (Policloruro de Bifenilo), considerado uno de los doce contaminantes más nocivos desarrollado por el hombre.
También se habla de los sobornos de la compañía Monsanto realizados a diferentes cargos políticos de diferentes países, se habla de la hormona de crecimiento bovino y de cómo se introdujo forzosamente, también se denuncia que los Gobiernos (especialmente el norteamericano) no tomó cartas en el asunto durante años a sabiendas de que esta hormona era peligrosa.
Monsanto es una poderosa multinacional que cuenta con muchos contactos situados en puestos importantes del Gobierno estadounidense y de otros países, según se desprende del documental, la salud de los consumidores y de los animales son aspectos relegados a un segundo término, lo más importante es el enorme beneficio económico que se puede generar con los cultivos biotecnológicos.
Pruebas médicas y científicas son ofrecidas en el documental, y algunos estudios se muestran como poco fiables pero han sido aceptados por los Gobiernos. También se habla de cómo han afectado las patentes de Monsanto a algunos agricultores, podemos recordar por ejemplo el vídeo Semillas transgénicas, sus problemas y consecuencias y cómo este tema ha castigado los agricultores.
En fin, no os vamos a contar el documental, es mejor tomarse el tiempo necesario y verlo al completo, que cada uno saque sus propias conclusiones.
por: gastronomia y cia

Obama proteje a compañías de transgénicos

Obama proteje a compañías de transgénicos como Monsanto.
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, ha firmado esta semana la denominada “Ley financiera de plazo limitado H.R.933? que protege plenamente a compañías de semillas transgénicas como Monsanto ante cualquier demanda legal suscitada por la venta de sus productos. Además la ley aprobada niega autoridad a las cortes federales para cesar inmediatamente la plantación y venta de cosechas transgénicas al margen de que representen un riesgo para la salud de los consumidores. Esto permite que compañias como Monsanto puedan sembrar sus semillas modificadas sin solicitar el visto bueno de nadie. La ley ha sido promovida por el senador republicano de Missouri, Roy Blunt, quien además colaboró con Monsanto a la hora de elaborarla. El senador se defiende alegando que “el texto es una medida legislativa de plazo restringido hasta septiembre del año 2013?. Sin embargo según los datos del propio Centro para la Política Responsable (The Center for Responsive Politics), el senador Blunt recibió 64.250 dólares de “apoyo” por parte de Monsanto desde el año 2008 hasta 2012.
Controversias
Organizaciones como Food Democracy Now están recogiendo firmas para una petición contra la cláusula, por entender que “socava la concepción de revisión judicial y despoja a los jueces de su mandato constitucional de protección de los derechos de consumidores y del medio ambiente”.
En tanto, en los Estados Unidos muchos pequeños agricultores se han manifestado en contra de las empresas de biotecnología, ya que gigantes como Monsanto han concebido millones de cultivos de ingeniería genética contra los que las plantas tradicionales no pueden competir.
Por otro lado, también trascendió en los últimos días que la Corte Suprema de Estados Unidos apoyaría a Monsanto en su litigio contra Hugh Bowman, un granjero de Indiana al que la empresa multinacional acusó de “violar su derecho intelectual”, según informaron diferentes medios de prensa.
El 53% del mercado mundial de semillas está controlado por sólo tres empresas: Monsanto,DuPont y Syngenta.

por noticias actualidad

Confesiones de un ateo

Mi primera resolución de año nuevo fue salir del closet de mi ateísmo. No creo en Dios pero no me atrevo a decirlo mucho en público porque vivo en un país donde declararse ateo es como confesarse leproso: uno causa miedo y lástima al mismo tiempo, y lo ponen en una especie de cuarentena. Pero en Chile es peor, porque ser ateo allá, aparte de causar miedo y lástima, es como de mal tono. Uno puede declararse agnóstico, que suena más aggiornato, como los dos últimos presidentes de Chile, pero el ateo puro en Chile está rodeado de cierta aura maldita. Es poco poético, es poco moderno, es poco chileno incluso.

Hay que creer en algo, le dicen a uno: si no cómo se explica la perfección del universo. Hace poco un conocido mío hizo un tubo con el diario vespertino que andaba trayendo y me pegó en la cabeza, diciendo justamente: "¡explícate la perfección del universo, sacoewea!". Yo quedé sobándome el mate. Recogí el garrote que el agresor dejó tirado y leí los titulares sobre Gaza. Alabado sea Dios, dije con esa amargura torcida de nosotros los ateos empedernidos.
Porque eso es lo que soy, un ateo rematado que no se contenta con no creer sino que siente cierta hostilidad hacia la creencia en un ser superior divino, sobre todo al estilo de la tradición abrahámica, que tanta paz ha derramado en la historia. Este ser omnipotente y bueno no es capaz de evitar que me peguen un guaracazo con un diario enrollado, así como tampoco tuvo la cortesía de intervenir (para el lado de los buenos, digo) en Auschwitz, en Hiroshima, en Villa Grimaldi, Abu Ghraib, o siquiera en el penal de Caszely.
Reconozco que el mundo ha progresado, menos mal, y que nadie me va a chamuscar amarrado a un palo por repetir lo que dice el diabólico Christopher Hitchens: "toda creencia religiosa es siniestra e infantil". Pero ¿me darían pega en la Católica o en la Alberto Hurtado, por no mencionar las otras universidades donde ser creyente es parte del código de pertenencia institucional? ¿Recibirían a mis hijos en algunos colegios chilenos? ¿Me invitarían a todos los asados?

No aconsejo el ateísmo, o en mi caso, el anti-teísmo. Uno se anda enojando por tonteras, como las transmisiones de la Santa Misa por TVN (pagada con plata de moros y cristianos), las capellanías también financiadas con platas fiscales, la hegemonía de lo religioso (principalmente católico) en todos los aspectos de la vida política e institucional chilena. Ser ateo es medio solitario. No nos podemos dar apoyo en masa, porque -oh paradoja- no necesitamos andar haciendo mitines dominicales para mantener nuestras convicciones, como los creyentes. Y como ateo rematado tampoco ando rezando en los aviones o me permito el chiste clásico de definirme como "ateo, con el favor de Dios".  Soy un ateo de catecismo, de los que van derechito al infierno.

Una amiga monja que sabía mi secreto siempre andaba tratando de curarme de mi ateísmo. Una tarde me preguntó si alguna vez yo había creído en Dios. Me acordé entonces de mi Primera Comunión, a los ocho años. Gracias a mis lecturas, yo estaba como el trapito del cóctel molotov, listo para el fósforo divino. Tenía la cabeza empapada de leseras fantásticas sacadas de las novelas de Emilio Salgari y de Julio Verne. En el catecismo de preparación para la Eucaristía, había descubierto que algunos de los cuentos de la Biblia le hacían el peso a las aventuras del Tigre de la Malasia o el Capitán Nemo. Había excelentes mini-series de cautiverios, travesías por el desierto, arbustos-llamaradas con voz de trueno, ciudades incendiadas, inundaciones y océanos que se dividen, venganzas cabronas, amores clandestinos y harta sangre. Las Sagradas Escrituras me agarraron por el lado sensacionalista: “Mujer mirona se convierte en estatua de sal”, “Lluvia de sapos en Egipto”, “OVNI en la carretera de Damasco causa volcamiento”, “Nueva desgracia de Job”.
Y así, en medio de mi Primera Comunión, se alineó el sol de tal manera con el planeta Tierra, que un rayo fulgurante pasó por el ojo de ámbar de un vitral de la parroquia de San Miguel y fue a dar directamente sobre mi cabeza engominada. El golpe de electricidad divina casi me chamuscó la cintita blanca con letras doradas que me habían amarrado al brazo. Yo pasaba por un momento de angustia, debido a que tenía la hostia adherida al paladar y no lograba despegarla con la lengua. Tocar la hostia con los dedos era pecado mortal, aparte de poco digno. Cuando una arcada satánica estaba a punto de derrotar mi incipiente santidad, el impacto del rayo de sol soltó la oblea sacra. Lo que sentí al tragarla sólo lo puedo comparar con ese calorcito que se extiende esófago abajo después de un sorbo de ron macizo.
Hubiera sido fácil dejar contenta a mi amiga monjita contándole la historia de mi arrobo post-eucarístico, pero no pude hacerlo. Tal vez fue porque usó el tono dramático de una amante que le pregunta al malo que la deja: “¿Alguna vez me quisiste?”. Como buena monja que es, me estaba dando la oportunidad de demostrarle que yo era digno del esfuerzo que ella le ponía a convencerme de que Dios existe. Me hice el gracioso, para aliviar la tensión: “No tengo el gen nacional de la credulidad”.
Mientras caminábamos en silencio de vuelta a su convento, yo pensaba que ese momento de contacto tan íntimo y placentero con la divinidad había sido una gran chiva y que había sido mejor no contarlo. No fue sino la conjunción fortuita del sol, la apertura de las nubes, el ángulo del vitral, y la costumbre que todavía me persigue de creer todo lo que leo. Me despedí de ella con un beso, sabiendo que nunca más la volvería a ver.